Mi amigo Martín me mandó un mail
con sus últimas impresiones sobre un par
de situaciones que útimamente había vivido. Como siempre que recibo
noticias suyas, me puse a leer con avidez. No podía, los hábitos y enseñanzas
de la infancia nos acompañan durante toda nuestra vida, por eso lo imprimí,
porque necesitaba tocar el papel donde
Martin había escrito sus sensaciones.
- Mejor,
mucho mejor, me dije a mi misma, y de nuevo empecé con la misma avidez la
lectura.
De pronto me quedé enganchada en
la primera frase, “la puerta desajustada por la hinchazón de la madera” me
hacia leer y releer una y otra vez… Quizá Martín debería haber entrado dando
“un decidido empujón a la desajustada puerta
que con el transcurso del tiempo había ido hinchando su madera….” O quizá
no, no lo se con seguridad, pero lo anoté para comentárselo a Martin, luego él
ya me diría lo que pensaba al respecto, por algo era escritor.
Continué leyendo y me
sumergí en la descripción de aquel
taller de pintura. Si, mi amigo Martín describía de forma magistral los
espacios y situaciones, y a mi me gustaba recrearme en su lectura al tiempo q
iba construyendo en mi imaginación aquel taller de pintura o cualquier otra
cosa que describiera. La lectura se convirtió en una película, podía ver y
percibir cada elemento, cada expresión, cada pincel… Me gustaba como escribía, me gustaba mucho. Y
me gustaba aun más comprobar, que los años pueden darte un margen de vida
más o menos largo, pero que ninguna edad puede darte "estar vivo en la vida",
no, ninguna edad puede darte o quitarte
la capacidad de ilusión que produce en nosotros una cara que nos atrae…
A mi amigo Martín nunca le
entusiasmó el deporte, pero aun así lo practica con más o menos asiduidad,
forma parte de su carácter responsable. Leer sus sensaciones durante su estancia en el gimnasio volvió a
trasladarme a una gran pantalla donde con claridad veía los vestuarios, las
duchas, las piscinas, los “churros” de colores, los nadadores peces, los
compañeros de aquagym …. La sonrisa y la carcajada se alternaban mientras
visualizaba la película depotiva, y al final, incluso creó en mi un pequeño
desasosiego por mi falta de actividad física.
No se el tiempo que dedica Martin
a escribir, pero tengo que anotarme, junto con la hinchada puerta de madera,
decirle que dedique el tiempo suficiente para que, no solo sus más próximos y yo
podamos gozar de sus escritos, sino que pueda hacerlo el mundo entero. Por él y
por el mundo. Ambos se lo merecen.
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