viernes, 29 de marzo de 2013

Radiografías.




Entras con la mejor de tus sonrisas, saludas y después de un saludo rápido te dicen:
-          - Quítese la ropa de cintura hacia arriba y póngase esa bata. Cuando este lista avise.
Sabes que te lo dicen a ti porque no hay nadie más. Obedeces  como en una clase de párvulos y sales diciendo con voz tenue:
-          - Ya estoy
La respuesta no se hace esperar:
-          - Bien, póngase aquí de espaldas a mí.
Acto seguido la persona y su voz desaparecen,  y a lo lejos oyes la misma voz  pero con un cierto deje autoritario:
-          - Respireeee . No respire. Respireeeeee.
Aparecen de nuevo la persona y la voz:
-          - Póngase de lado y agárrese a esta barra.
De nuevo a lo lejos escuchas:
-          - Respireeeee. No respire. Respireeeeee.
Aparece de nuevo la persona, pero  esta vez con la voz menos autoritaria:
-          - Vístase y espere a que le avise.
De nuevo te conviertes en un parvulito y esperas…
Por fin escuchas la voz:
-          - Puede irse. Para recogerlas a partir del día tal. Adiós.
Y te vas.
No se como debería hacerse. Tampoco se el número de radiografías que durante su horario laborar, hace la misma persona. No se como les están afectando los recortes, pero puedo imaginármelo por pertenecer a uno de los colectivos recortados… pero no deja de sorprenderme la falta de sensibilidad.
Hacer que una persona se desnude, aunque sea tan solo de cintura hacia arriba, ya te coloca en una situación de inferioridad, de vulnerabilidad, de incertidumbre… y no pude dejar de formularme una pregunta a la salida:
¿No podría ser de otra forma?

domingo, 10 de marzo de 2013

Martín

Mi amigo Martín me mandó un mail con sus últimas impresiones sobre un par  de situaciones que útimamente había vivido. Como siempre que recibo noticias suyas, me puse a leer con avidez. No podía, los hábitos y enseñanzas de la infancia nos acompañan durante toda nuestra vida, por eso lo imprimí, porque  necesitaba tocar el papel donde Martin había escrito sus sensaciones.
    Mejor, mucho mejor, me dije a mi misma, y de nuevo empecé con la misma avidez la lectura.
De pronto me quedé enganchada en la primera frase, “la puerta desajustada por la hinchazón de la madera” me hacia leer y releer una y otra vez… Quizá Martín debería haber entrado dando “un decidido empujón a la desajustada puerta  que con el transcurso del tiempo había ido hinchando su madera….” O quizá no, no lo se con seguridad, pero lo anoté para comentárselo a Martin, luego él ya me diría lo que pensaba al respecto, por algo era escritor.
Continué leyendo y me sumergí  en la descripción de aquel taller de pintura. Si, mi amigo Martín describía de forma magistral los espacios y situaciones, y a mi me gustaba recrearme en su lectura al tiempo q iba construyendo en mi imaginación aquel taller de pintura o cualquier otra cosa que describiera. La lectura se convirtió en una película, podía ver y percibir cada elemento, cada expresión, cada pincel…  Me gustaba como escribía, me gustaba mucho. Y me gustaba aun más  comprobar,  que los años pueden darte un margen de vida más o menos largo, pero que ninguna edad puede darte "estar vivo en la vida", no,  ninguna edad puede darte o quitarte la capacidad de ilusión que produce en nosotros  una cara que nos atrae…
A mi amigo Martín nunca le entusiasmó el deporte, pero aun así lo practica con más o menos asiduidad, forma parte de su carácter responsable. Leer sus sensaciones  durante su estancia en el gimnasio volvió a trasladarme a una gran pantalla donde con claridad veía los vestuarios, las duchas, las piscinas, los “churros” de colores, los nadadores peces, los compañeros de aquagym …. La sonrisa y la carcajada se alternaban mientras visualizaba la película depotiva, y al final, incluso creó en mi un pequeño desasosiego por mi falta de actividad física.
No se el tiempo que dedica Martin a escribir, pero tengo que anotarme, junto con la hinchada puerta de madera, decirle que dedique el tiempo suficiente para que, no solo sus más próximos y yo podamos gozar de sus escritos, sino que pueda hacerlo el mundo entero. Por él y por el mundo. Ambos se lo merecen.